viernes, 6 de mayo de 2011

Like a straw dogs.

Perros de paja, 1971 

No sé a quién temer más, si a aquel que empuña la pistola o a aquel testigo que se muestra impasible ante el disparo. ¿Es peor la indiferencia ante la violencia o la violencia en sí misma? Ya nadie parece perder el apetito ante los telediarios del mediodía, y es ese deje monótono en la voz de los presentadores el que me produce más frío que la hoja del cuchillo que mató a esa mujer. La violencia es el pan de cada día, lobotomizados por la televisión que nos muestra la violencia más brutal como un cuento de niños, las historias para no dormir ya a nadie quitan el sueño. Pues estamos inmunizados ante la muerte, la tortura, el sufrimiento. Nos han bombardeado día día la mente con imágenes crudas, crueles, que ya nos parecen totalmente normales, no gran cosa. ¿No es acaso esto lo que nos convertirá en auténticos monstruos? ¿Desde cuando la compasión es la enunciación educada de un "qué pena" o un "cómo está el mundo" que antes del café ya habrá sido digerido y olvidado? Si ya el hambre, la miseria, las guerras, los gritos, las costillas salientes, los huesos rotos, las narices partidas, los miembros amputados, las moscas, las torturas, los secuestros, los moratones, las enfermedades y toda esa retahíla que desfila en la pantalla de nuestras casas, no nos inmuta... habremos perdido para siempre el derecho de ser llamados seres humanos.


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