lunes, 1 de agosto de 2011

Breve retrato veraniego:


Se las ató con fuerza, en un beso de velcro, aquellas sandalias, prestadas, pesadas, pasadas de moda. Con aquellas jaulas de goma en los pies se adentró en el mar, y la arena se adentró en su bañador, y las olas, esos tentáculos de espuma, le lamieron de arriba a abajo, de abajo a arriba, con lentos lengüetazos salados. Como un animal que lava a sus crías. Se quedó largo rato flotando, mirándose los pies, las uñas, de aquel rojo descascarillado que tanto le recordaba a las costras de pintura blanca que se desprendían de la piel de las casas de la playa. Continentes irregulares que habían ido a parar a las paredes y que ella recorría con la mente, siguiendo el curso de las grietas con el dedo, acariciando la porosa, la áspera superficie, tal y como ella anhelaba que le acariciasen. Así pues, mientras las corrientes marinas resoplaban y susurraban en algún idioma para el humano común aún incomprensible, ella imaginaba que una lengua invisible, lamía con avidez el camino que la línea alba marcaba, y despacio, ¿qué prisa había? ,desembocaba, en la oscura profundidad de su ombligo, arrastrando consigo toda las esencias secretas, bajo su piel tiempo atrás sepultadas.


Fotografía de Chema Madoz

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